En los últimos meses, la Revista Nature se ha hecho eco de nuevos casos de fraudes en investigaciones psicológicas. Uri Simonsohn,
un psicólogo de la Universidad de Pennsylvania (EE.UU), ha creado un
método capaz de detectar inconsistencias en los resultados de las
investigaciones.
Por este medio, ha desenmascarado varios casos de
manipulación de datos en artículos publicados por algunas revistas
científicas, como el de Dirk Smeesters o Lawrence Sanna, ambos psicólogos sociales, que tras la revisión de Simonsohn renunciaron a sus puestos como profesores universitarios.
Todo esto hace plantearse una cuestión: ¿qué puede llevar a un investigador a modificar datos, a pesar de los enormes problemas legales, profesionales y éticos que esto le puede ocasionar?
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