Foto: Universidad de Texas en Dallas |
A partir de cierta edad, todos tenemos claro que, sin otros factores que debamos tener en cuenta, lo que diga sobre un tema una persona de la que sabemos que es experta en dicho tema es más creíble que lo que diga una persona de la que sabemos que no es experta, sin que importe que la primera persona sea fría y distante, y la segunda simpática.
Sin embargo, los niños muy pequeños no piensan así. En su peculiar lógica, tienden a creer más a una persona que les resulte amistosa que a otra que les resulte fría y seria, aunque se les diga que la persona seria es experta en el tema y la amistosa no. Así se ha comprobado en un estudio llevado a cabo por Asheley R. Landrum, Candice M. Mills y Angie M. Johnston, de la Universidad de Texas en Dallas, Estados Unidos.
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