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Los neurocientíficos ya están en condiciones de utilizar una serie de medidas de la funcionalidad cerebral (neuromarcadores) para vaticinar el futuro rendimiento educativo de un niño o de un adulto, sus aptitudes de aprendizaje y sus desempeños favoritos. También sus tendencias adictivas o delictivas, sus hábitos insalubres y su respuesta al tratamiento psicológico o farmacológico.
Quedan por resolver los problemas éticos que suscita: la cuestión principal es encontrar formas legales de garantizar que toda esa información predictiva se utilice para ayudar a los ciudadanos y no para relegar a los que tengan menores posibilidades de éxito.
Fuente: El País
Abstract del artículo en ScienceDirect
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