Nuestro estado anímico tiene una textura elástica. Por muy
inverosímil que parezca, muchas investigaciones concluyen que la mayoría
de las personas, tras golpes de suerte, como ganar grandes cantidades
en la lotería, o grandes desgracias, como quedarse parapléjico, a los 12
meses, pasada la euforia o la depresión, vuelven a ser las de antes.
La resiliencia se define como la capacidad de adaptación, para
encajar y resistir golpes sin rompernos y volver al estado inicial. Se
creía que solo algunas personas poseían esta capacidad. Hoy se sabe que
la gran mayoría de nosotros somos resilientes.
Según Dan Gilbert, profesor de psicología de la Universidad de Harvard,
los seres humanos tenemos una maquinaria cognitiva no consciente que nos
ayuda a cambiar nuestras visiones del mundo para poder sentirnos mejor.
En esta misma línea, Luis Rojas Marcos afirma que tenemos un mecanismo
genético que protege nuestro estado de ánimo. Recurrimos a comparaciones
que nos favorecen: “Yo estoy en paro, pero fulanito tiene una
enfermedad grave”.
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