En épocas de desesperanza surge en el ser humano
la necesidad de aferrarse a algo, de hacer cosas que devuelvan el
equilibrio y el bienestar. Esto agudiza el ingenio y se producen grandes
avances, pero, lamentablemente, también es un perfecto caldo de cultivo
para que la manipulación, el egoísmo, el abuso y otras “lindezas” se
practiquen impunemente. Es en tiempos de crisis, como la que nos toca
transitar, cuando aparecen tendencias, conductas y valores que, de no
haberse producido el deterioro económico, no habrían tenido ese auge.
Basta con echar un simple vistazo a la publicidad
para darse cuenta de que una de estas nuevas tendencias es el incremento
del juego. Si antes el bingo era una actividad reservada, casi en
exclusiva a personas de cierta edad, solas o a ludópatas, ahora se ha
convertido en, casi, actividad laboral o pseudolaboral. La desesperación
y la posibilidad de ganar un dinero fácil hacen que el juego esté
cobrando protagonismo especial en nuestra sociedad. Enseguida las mentes
más avispadas y menos éticas han sabido ver el filón que se abría y
manipulan y gestionan perfectamente esta necesidad humana. Ofrecen
dinero “gratis” con tal de que se inicie la actividad. La ganancia
vendrá después, cuando la adicción comience a implantarse.
El riesgo de esta práctica está en dos trastornos
psicológicos muy importantes: la ludopatía (adicción al juego) y el
trastorno obsesivo-compulsivo. La persona que sufre de lo primero irá
viendo cómo su necesidad de jugar va provocando la anulación de su
voluntad para controlarse".
Artículo completo en el periódico El Día de la psicóloga clínica y forense Carmen García Olid.
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