Desde Frankenstein hasta Star Trek, desde la literatura
más clásica hasta la innovadora ciencia ficción, la idea de crear una
inteligencia sobrehumana ha planeado siempre en el imaginario colectivo.
Hay quien defiende, efectivamente, que debemos explorar los límites de
la mente humana e intentar aumentar la inteligencia de nuestra especie.
Sin embargo, una capacidad intelectiva que supere los límites a los que
el ser humano está sometido puede desencadenar terribles consecuencias, a
nivel general e individual.
La idea ha resultado tan atrayente
que, hacia los años ochenta un grupo de científicos, artistas y
futuristas en EEUU constituyeron lo que se ha llamado el movimiento transhumanista.
El transhumanismo apoya el empleo de las nuevas ciencias y tecnologías
para incrementar las capacidades mentales y físicas del ser humano, a
fin de corregir los aspectos de éste que considera indeseables o
prescindibles (el dolor, la enfermedad, la vejez e incluso la muerte). Las investigaciones en este sentido son tan audaces como peligrosas,
ya que suponen una exploración que plantea debates morales, éticos,
científicos, físicos, artísticos e incluso religiosos. De hecho, desde
el punto de vista espiritual se ha señalado muchas veces la soberbia que
se esconde tras estas aspiraciones, y se ha instado al hombre a quedar
humildemente relegado a su condición de creado, evitando pretensiones de
pequeño dios.
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