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El Narciso de Caravaggio. |
Usted puede ser un narciso. La frase acertará con uno de cada 100
lectores, porque esa es la proporción de la población que muestra ese
fastidioso rasgo de carácter. O mejor, que sufre ese trastorno de la
personalidad (NPD, por Narcissistic Personality Disorder). Y de ser así
lo más probable es que tenga usted un marcador físico identificable por
cualquier neurólogo: una reducción de la materia gris en una parte de su
cerebro llamada ínsula y que es esencial para la empatía, o
identificación con el otro. El único otro con el que sería usted capaz
de identificarse sería usted mismo. Con su propio mecanismo.
Los narcisistas habrán existido desde que surgió la especie humana
hace 100.000 años, pero solo llevan ese nombre desde que se lo puso el
médico y activista británico Havelock Ellis (1859-1939), cuya obra
mayor, Estudios sobre la psicología del sexo, se publicó en siete
volúmenes a lo largo de 30 años y fue censurada con saña por la
ortodoxia victoriana de la época. El nombre, naturalmente, remite al
mito griego de Narciso, el tipo que acabó muriendo ahogado de tanto
mirar su reflejo en el agua.
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