¿Cómo es posible que haya seres humanos que triunfen cuando todas las personas a las que consultan les dicen que fracasarán?
¿Por qué
JK Rowling, que no tenía ninguna experiencia literaria, no tiró la toalla cuando varias editoriales le dijeron que su libro
Harry Potter nunca tendría éxito? ¿Por qué
John Lennon y
Paul McCartney no
abandonaron su sueño de ser músicos cuando la profesora de música les
dijo que no tenían ningún talento musical? ¿Qué hizo que
Thomas Alva Edison no
se hundiera cuando el director del colegio le dijo a su madre que aquel
niño no tenía suficiente cerebro como para poder seguir unos estudios
primarios? ¿Qué evitó que
Walt Disney dejara el dibujo cuando fue despedido de un periódico por su aparente falta de imaginación? ¿Por qué
Michael Jordan no olvidó su amor por el deporte cuando se le sacó del equipo de baloncesto? La respuesta a todas estas preguntas creo que es fácil de intuir:
todos ellos tenían un sentimiento de certeza acerca de su propio valor
. Para
ellos, este sentimiento pesaba mucho más que las opiniones de los
supuestos “expertos”. En todas estas personas que transformaron el campo
en el que actuaron, existía una fuerza interior que de alguna forma les
susurraba: “Tú vales mucho, aunque los demás sean incapaces de darse
cuenta de ello”.
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